domingo, 11 de julio de 2010

El Tantra y la energía masculina



Orgasmo interno

En general, casi nadie logra detener un comportamiento que desea detener. Esto suena a que es una lucha inútil, pero ahora ampliaremos.

Lo que queremos decir es que poca gente tiene éxito cuando lo que se plantea a sí mismo es “voy a dejar de hacer esto”. La forma de tener éxito en el cambio de una conducta es lo podríamos denominar de “pensamiento positivo”, por nombrarlo de alguna forma.

O sea, cambiar la negatividad del “no quiero hacer esto” por el “quiero lograr esto otro”, superar el no querer eyacular precozmente por el querer lograr otra cosa que es mejor, que podemos denominar orgasmo interno.

El orgasmo interno es la facultad de llegar a un orgasmo sin por eso despedir semen de forma indiscriminada en el momento del clímax. Es poder reemplazar esto con la facultad de llegar al momento de placer y al orgasmo sin producir una eyaculación no deseada. Y con la ayuda de estos ejercicios, es algo que se puede lograr.

El control de la eyaculación es una técnica que nos permitirá lograr este reemplazo de algo bueno con algo que, realmente (y se van a dar cuenta cuando lo prueben) es mucho mejor.

Todos estamos familiarizados con el orgasmo común, con el que va acompañado con la expulsión del semen en forma explosiva en el momento del mayor clímax, acompañado de unos movimientos musculares, unas contracciones en el miembro masculino que son muy placenteras.

Estos movimientos duran apenas unos diez segundos, no mucho más ni mucho menos, pero todos sabemos lo placenteros que estos pocos segundos pueden llegar a ser. ¿No sería, entonces, más que deseable que pudiésemos repetir estos diez segundos varias veces, antes de que la eyaculación termine definitivamente con nuestra diversión?

Bien, si la respuesta a esta ultima pregunta es, como seguramente debe haber sido, un sí, hay buenas noticias. Si bien estos movimientos musculares son totalmente involuntarios, podemos controlarlos a voluntad.



¿Contradictorio?

Puede parecerlo, pero no lo es. Lo que queremos decir es que seremos capaces de controlar el momento en que estos movimientos se producen, no a los movimientos propiamente dichos. Seremos capaces de, a través de nuestro poder de voluntad, de nuestra fuerza interna, conseguir el placer sin tener que sufrir la humedad.
El uso de la energía

Las razones por las que podemos desear producir este cambio en la forma en que hacemos el amor, lo vital para poder lograrlo es la energía, la raíz de las posibilidades de producir un cambio real.

En este caso, y como se utiliza siempre en el Tantra, cuando hablamos de energía nos referimos a la estimulación nerviosa y la excitación física que se siente como una corriente eléctrica o como un campo magnético que corre libremente a través de nuestro cuerpo.

El Tantra tiene como su principal idea filosófica es encontrar la forma de tomar esta energía, aprender a invocarla cuando lo deseemos y manejarla y ponerla en circulación de la forma en que necesitemos.

Si lo que estamos buscando es controlar nuestra eyaculación y lograr el orgasmo en repetidas ocasiones, ¿por qué necesitamos aprender a manejar la energía? ¿Cuál es la relación?

Bien, la relación es bastante clara cuando la examinamos un poco: si no podemos llevar nuestra energía a donde lo deseamos, durante el acto sexual esta se almacena en el miembro masculino. Y desde allí, lamentablemente, solo hay un lugar al que este poder se puede dirigir: hacia fuera.

O mejor dicho, este es el lugar más simple al que se la puede dirigir, y que siempre viene acompañado con una explosión de semen.

Pero hay otra posibilidad, más complicada pero que también es mucho más placentera, limpia y que nos permite mayores posibilidades de continuar con el acto sexual a continuación. Esta posibilidad es la de dispersar esta energía a través de todo nuestro cuerpo, lo cual hará que nos sintamos bien como un todo, sin la eyaculación.

La que se busca en el control de la eyaculación que estamos planteando en este articulo es no solo entender la separación, sino ser capaces de realmente separar el orgasmo de la eyaculación, haciendo justamente lo que decíamos en el párrafo anterior: repartir la energía que se produce en el acto sexual por todo nuestro cuerpo como unidad.

Una vez que aprendemos las técnicas, lo que podremos hacer es eliminar las primeras contracciones que se producen durante el orgasmo, que son las contracciones que inician la expulsión del semen. O sea, son las que ponen en movimiento la eyaculación.

Si logramos evitarlos, podremos evitar la eyaculación sin evitar el orgasmo. En cambio, pondremos nuevamente la energía del orgasmo en circulación dentro de nuestro organismo, llevándola hacia adentro en lugar de expulsarla tontamente, logrando un orgasmo interno.

Además, la energía que utilizamos de esta forma se mantiene en nosotros, con lo cual con cada nuevo orgasmo aumenta más y más, creciendo en intensidad y poder, siendo cada vez más y siendo, por lo tanto, cada vez más placentero. Estos espasmos tan placenteros generan una ráfaga de energía que utilizaremos en nuestro favor para lograr más placer.

Las mejores noticias de todas son que, cuando se tiene un orgasmo interno, el nivel de excitación se reduce ampliamente. Pero, por otro lado, también uno se vuelve menos sensible. Por lo tanto, se puede frotar vigorosamente el miembro, mientras que la excitación, lentamente, se va reconstruyendo, vuelve a elevar su nivel, hasta llegar al nivel alto nuevamente.

Y, como la energía esta en circulación nuevamente en el cuerpo, mientras se vuelve a la excitación, las capacidades amatorias y la resistencia durante el acto sexual se incrementa en forma mucho más que notoria. Se podría decir que, repitiendo este proceso una y otra vez, la resistencia se vuelve prácticamente infinita.

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